De las baldosas resvala la lluvia amarilla que empapó mi alma después de la caída de la Ciudad Esmeralda. Recorro mi cesta, buscando sin éxito en ella a Totó, mi perdido amigo en los sacrificios necesarios para llegar al Mago, o a los espejos rotos en los que él moraba.
Y siento como mi corazón se para cuando creo escuchar sus ladridos desde la cesta, ver sus saltos alegres al verme caminando a lo largo del camino o sus lágrimas compartidas cuando necesitabamos parar para continuar a lo que parecía una buena meta que nos devolviera a Kansas.
La lluvia cae en el antiguo camino en el que estoy sentada, esperando que alguno de mis antiguos compañeros vengan a mí, recuerden los viejos tiempos por los que brindar recordando a Totó y los buenos momentos que todos pasamos juntos cuando la Ciudad Esmeralda aún estaba en pie y conseguir que el Mago nos diera alas para volar.
Pero el Camino se ve desierto, Totó ha muerto y mis chapines han perdido el color esperando la vuelta imposible a Kansas.