Estoy sentanda en medio del cruce, con el miedo aún temblando en mis rodillas. Totó se ha marchado por la senda más oscura y con más espinas. Nunca más voy a volver a seguirle.
Esperaré aquí sentada a que el Hombre de Paja consia la inteligencia suficiente para hacerme con su alma unas rodilleras que me eviten las rozaduras que tiñan las Baldosas Amarillas de mi sangre.
Esperaré aquí a que el Hombre de Hojalata reblandezca sus articulaciones y me lleve en brazos de nuevo hasta la Ciudad Esmeralda, donde esta vez sí que me aguardará el Mago.
Esperaré aquí hasta que el León reuna la suficiente valentía como para decirme que no merecía la pena que siguiera a Totó para que dejen de correr por mis mejillas las lágrimas deshechas por perder a mi más querida mascota.