1/4/09

The Wizard IV

Recorrí, en la soledad y el silencio, de nuevo el camino hasta la derruída Ciudad Esmeralda, esperando encontrar entre los escombros la llave que abría la cámara secreta del Mago. Por un instante pensé que había encontrado la cámara y la abrí sin necesidad de nada más que mi voluntad y mi insaciable curiosidad, mientras notaba que mis lágrimas por la pérdida de Totó se secaban sobre mis mejillas.
Sin embargo, aquello no era más que otra de las señales de humo que el Mago normalmente utilizaba, quizá era tan sólo otra cortina de misticismo tras la que el Mago desapareció hacia otro lugar donde para encontrar las metas no haya que sacrificar el alma, donde las Brujas de los Cuatro Puntos Cardinales le adoren y le abaniquen debajo de una cocotera.
No existía tal cámara, tal tesoro y ni tan siquiera la esencia del Mago flotaba ya en el aire. Mis pulsaciones se han relajado desde el frenesí inicial, mientras mis lágrimas manan, por no seguir al Mago cuando todavía Totó estaba en mi regazo.

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