24/8/09

Brick Road IX

La gran gema verde de Ciudad Esmeralda se apagó y con ella, todos los velos circenses del Mago y de las gentes místicas que poblaban la ciudad como únicos moradores. Y con su desaparición llegó la caída de la Ciudad.
Quizá es que la Ciudad Esmeralda se sustentaba en los sueños e ilusiones más puros, es decir, los de los seres más pequeños que por obra y gracia de la codicia del propio Camino Amarillo fueron los únicos que cayeron antes de conseguir su meta. Con la desaparición de lo pequeño, la argamasa de la éterea Esmeralda desaparecería, sumiéndola a una montaña de polvo.
Una piedra suelta del Antiguo Camino y una lentejuela de mis chapines brillantes, más rojos de lo que sería plenamente cabal, se acompañan mutuamente a la cuneta, al mismo lugar que fue a parar la Gran Ciudad en la que estaban todas las respuestas e, incluso, la forma de volver a Kansas.
Pero la Ciudad ya no existe, desapareció como lo hizo Totó y como lo hizo el Mago y tantos como me acompañaron en la senda. Y para mí sólo quedan las baldosas desmenuzadas del Antiguo Camino, amarillas, sí, pero teñidas por la larga lista de sangre que he ido derramando.
Y no hay forma de volver a Kansas, así que, ¿qué sentido mantienen los chapines en mis pies?

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Si has llegado hasta aquí, aguarda un momento antes de reemprender la senda. El camino de baldosas amarillas aún tiene algo que contarte.

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