Pienso, luego soy capaz de contar las baldosas amarillas, una a una, que pueblan el camino.
Pienso, luego no he enloquecido, o aún, no lo suficiente como para no saber que Totó está más grave de lo que puedan curar mis brazos.
Pienso, luego agravo la situación. No acude a mí la carcajada fácil y la sonrisa cínica que me facilite el duro trance.
Pienso, luego la caída será peor de lo esperado.
Pienso, luego Totó está herido, luego ambos estamos perdidos.
Pienso, así que gritaré a los cuatro puntos cardinales, espantando y atrayendo a sus brujas, buscando el auxilio del Mago que nos despreció.
Pienso que si no hubieramos salido de Kansas, esto no hubiera pasado.